Linea Nacional

martes, 23 de agosto de 2011

El sendero oscuro

Cierto sentido común instalado en amplios sectores sociales pretende que la violencia política en la Argentina es sinónimo únicamente de la última dictadura militar. los fundamentos de esa apreciación pueden descansar en la magnitud de la violencia del aparato represivo estatal que eliminó a miles de compatriotas y privó a las décadas subsiguientes de algunos de los cuadros políticos necesarios para estar claramente alertas de lo que fue ese bochornoso porvenir de entrega de la soberanía nacional a la timba financiera.
Desde otros sectores se amplía la visión de la violencia a la década del setenta, vista como los "años de plomo". En esta mirada todo el período aparece teñido de la violencia política en que se subsumen, sin mayor disgregación ni análisis al conjunto de organizaciones que protagonizaron la lucha armada, ya sean Montoneros, Triple A, ERP, todo cae en el saco. Al mismo tiempo se equipara ello al accionar pérfido del Estado, conducido por una banda de militares que asaltaron al Estado. En esta mirada se ve el sedimento de la mirada alfonsinista de los dos demonios.

Sin embargo, para reconocer la traza de la violencia en el país hay que tener en cuenta un elemento central en la misma. Su práctica siempre ha sido utilizada por los sectores domianantes del país para mantener su situación de privilegio. La violencia está arraigada en esos sectores y se desplegó con una inusitada ferocidad desde junio de 1955.
Como no pensar que entre las sesiones de picaneo de la ESMA no sonaba como batifondo el estruendo de las balas que parecían decir Penitenciaria Nacional, José León Suárez. Como no advertir que durante los vuelos de la muerte, en la cabina del piloto se podía oír el chiflido del alma de Felipe Vallese que penaba al ver que otros luchadores desgraciados irían a acompañarlo. Felipe Vallese, aquél primer desaparecido, de quien se cumplen hoy 49 años de su desaparición. 


Como no ver que en nuestra Brigada de Investigaciones, en el camión que llevaba para Margarita Belén a tantos peronistas jóvenes, se podía visualizar sobre los tablones figuras casi escondidas que señalaban una fuerte ventisca con nieve que hacían recordar a Trelew.

Algún otro peronista supo decir alguna vez que  uno de los secretos del mantenimiento de la dominación y los privilegios en este país radicaba en que “…cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Tal vez es momento de recuperar la historia, que no es sino recuperar la soberanía popular.

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