Linea Nacional

jueves, 10 de noviembre de 2011

La Plaza siempre fue del pueblo



Leemos:

...El 21 de mayo, cuando el Cabildo está reunido en sesión ordinaria, la presión popular se acentúa: “apenas comenzada la sesión, un grupo compacto y organizado de seiscientas personas, en su mayoría jóvenes que se habían concentrado desde muy temprano en el sector de la Plaza lindero al Cabildo, acaudillados y dirigidos por French y Berutti, comienzan a proferir incendios contra el virrey y reclaman la inmediata reunión de un Cabildo Abierto. Van todos bien armados de puñales y pistolas, porque es gente decidida y dispuesta a todo riesgo. Actúan bajo el lema de Legión Infernal que se propala a los cuatro vientos y no hay quien se atreva con ellos... Domingo French era un hombre que comenzó a ganarse la vida como asalariado del Convento de la Merced y en 1802 consiguió en la Administración de Correos, el puesto estable de “cartero único”, empleo que le reportaba un estipendio de medio real y lo msmo por cada pliego o carta entregada a su destinatario en mano. Se incorporó a la milicia y fue teniente, luego sargento mayor, y después de las invasiones inglesas quedó como cabecilla de prestigio entre los milicianos criollos. Antonio Luis Berutti, era un empleado público que desde hacía diez años ocupaba un puesto como oficial de segunda en las Cajas de Tesorería de Buenos Aires. Ambos, French y Berutti, son los agitadores que nuclean y dirigen a los activistas, “esos chisperos de los arrabales”.




Leemos también en El Aluvión de Christián Boyanovsky Bazán:


-Tenemos que ir a la Plaza.
-Mirá... en Presidencia dicen que mejor nos juntamos mañana -intentaron apaciguarlo.
-¿Qué mañana? -Respondió Luis D´Elia-.¡Mañana no hay más kirchnerismo!
  No lo podían frenar. Ni siquiera el Secretaria General de la Presidencia(...) pudo convencerlo.



La protesta opositora se había difundido rápidamente... y comenzó a convocarse una MArcha hacia Plaza de Mayo. Luis D´Elia vio el futuro y el futuro se le vino negro.
Horas otras, antes de recorrer el cuadrilátero histórico como en un acto instintivo de inteligencia previa,o quizá con cierto sesgo autómata, dominado por la incertidumbre que flotaba en el aire, había visto a Cecilia Pando en la confitería La Gran Victoria,... con un megáfono entre las piernas, presta a difundir su prédica de defensa de los militares de la dictadura. En la ciudad de Buenos Aires, terrritorio del macrismo, cualquier expresión opuesta al gobierno peronista tendría fomento, imaginó.


D´Elía se comunicó con su gente en La Matanza y les indicó que juntaran militantes y los mandaran a la puerta de la Subsecretaría de Tierras...De allí marcharían a la Plaza de Mayo... Los militantes iban a llegar pero llegarían demasiado tarde pensaba. En eso recibió un llamado. Era Hernán Letcher...
-Hernán, un micro a la Plaza -y cortó...


Los que venían de La Matanza empezaron a llegar a partir de las 23 y se fueron sumando a otros... Cuando eran cerca de 100 avanzaron por Corrientes. A la Altura del obelisco coincidieron con un grupo de cacerolistas y se mezclaron, unos con otros.
-Éste es el gobierno, que los manda a ustedes -les gritó alguién el la cara.
–¿No te da vergüenza…? –se acercó una mujer al líder de la contramarcha.
–¿No te da vergüenza lo que estás haciendo? –se arrimó otro y lo apartaron de un empujón.
–¡Qué venís a provocar! –bramó D’Elía.
Con el dedo índice en alto, otro manifestante se arrimó y le contestó:
–No, ustedes vinieron a provocar, ¿eh? Ustedes vinieron acá, ¡mercenario!
D’Elía se dio vuelta y le zampó un manotazo que le dio en la boca.
–¡Hijo de puta!
Un muchacho corrió desde el montón y aprovechó para darle una patada, en su fuga el hombre recibe algún que otro golpe, trastabilla, choca con otros y huye hacia el medio de Carlos Pellegrini.
–¡No te me pongás atrás, pibe! –le grita a alguien que obstaculizó su fuga.
Lo sigue un joven que quiere aprovechar y pegarle un poco y el manifestante opositor tiene que esquivar algunos autos para no seguir recibiendo piñas. Más tarde se sabrá que su nombre es Alejandro Gahan, que es de Entre Ríos y que participa de las asambleas ambientalistas de Gualeguaychú. Por el momento se sabrá eso.
Al ver a los suyos perseguir a Gahan, probablemente D’Elía haya temido un desbande.
–¡Vengan acá! ¡Vengan acá! –gritó. Le obedecieron.
Luego Crónica pasaría la repetición de las imágenes afirmando:
“Golpearon y desfiguraron a un hombre a trompadas y patadas”.
TN, en la voz de Sergio Lapegüe, recordaría: “Cuando el hombre estaba dado vuelta, un certero derechazo del líder piquetero, que se animó a pegarle en medio de los manifestantes. Una cobardía total”.
A D’Elía, la agitación le desabotonó la camisa negra hasta la mitad de la panza, la bronca le inyectó los ojos, la reacción de los opositores, sus eventuales enemigos, le insufló energías para avanzar contra todo lo que tuviera por delante. Así llegó, a la cabeza de su grupo, a la Avenida de Mayo. A la altura de Chacabuco, se abrazó con Emilio Pérsico y ambos avanzaron hacia el centro del conflicto.
Ya era medianoche. La calle Perú estaba flanqueada por casi una centena de militantes y simpatizantes que habían ido a defender al gobierno, que enfrentaban a los miles de manifestantes que ocupaban la Plaza. D’Elía miró por encima del cordón humano, se volvió a los suyos y les dijo:
–Vamos, que tampoco es la barra brava de Laferrere.
Más temprano, los sesenta minutos que siguieron al discurso presidencial, en distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires, como Barrio Norte, Recoleta, Retiro y Belgrano, se iban concentrando cientos de personas, provistas de cacerolas y cucharas para hacerlas sonar. Los manifestantes, llamados a sí mismos autoconvocados –más allá de una virtual convocatoria mediática y algún que otro intento orgánico de partidos opositores–, comenzaron a marchar hacia Plaza de Mayo. Allí se iban encontrando también con legisladores y dirigentes opositores de la Coalición Cívica, el macrismo y hasta algunos ex PJ. Pero también con organizaciones de izquierda, como el Partido Comunista Revolucionario, en su expresión piquetera, la Corriente Clasista y Combativa, que se había unido a la protesta.
La presidenta habló desde las 18:20 y durante veinte minutos, en el contexto de la firma de un convenio entre AySA y municipios bonaerenses, en Casa de Gobierno. “No me voy a someter a ninguna extorsión”, había afirmado. La medida de parar la comercialización de productos del campo por parte de la dirigencia ruralista representada por la Mesa de Enlace, una alianza de las cuatro entidades agrarias de mayor representatividad, llevaba quince días y esa tarde, a las 15:30, habían anunciado su extensión por tiempo indeterminado. Los piquetes habían impedido el avance de camiones con alimentos y el desabastecimiento parecía inminente.
Mientras la Plaza se llenaba, los simpatizantes del kirchnerismo comenzaban a inquietarse y a reunirse en las inmediaciones. Por casualidad algunos estaban desde el comienzo. Otros se desplazaron de distintas dependencias ofi ciales, donde trabajan...

De a poco se iban convocando los dirigentes y cuadros medios de todos los movimientos ofi cialistas. Todas las dudas confluyeron en el teléfono del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli. ¿Qué había que hacer?
Nada. Por el momento, nada. A esa hora temprana del conflicto, no bajaba ninguna orden concreta del gobierno. En tanto, la marcha opositora se engrosaba.
“Cuando veíamos que estaba convocada un montón de gente en realidad decíamos: ellos (el gobierno) no están viendo nada de lo que está pasando acá, esta gente se va a quedar y si se queda en la Plaza ya sabemos lo que pasa”, recordará Sandra Cruz, diputada provincial y mano derecha de Edgardo Depetri.
Cruz y otros militantes del Frente Transversal salían de una reunión en el Ministerio del Interior cuando recibieron llamadas que los alertaban de lo que estaba ocurriendo. La conducción les había indicado que aguardaran en la sede de la calle Rivadavia, pero ellos no acataron. Dispersos y sin demasiadas certezas, se reunieron en la Avenida de Mayo. Allí, entre las calles Perú y Bolívar, comenzaban a agruparse todos los simpatizantes del gobierno. La militancia del Evita ya se había convocado también y pronto llegarían los principales referentes del movimiento: Emilio Pérsico, Santiago Martorelli, el “Chino” Navarro, Edy Binstock...


Los militantes hicieron distintos análisis políticos a medidas que pasaban las horas y las huestes opositoras llegaban cada vez en mayor número...
Sobre la Avenida de Mayo al 500 estaban convocadas cerca de 300 personas de diversas extracciones... Taponaban el acceso a la Plaza de Mayo en una ostensible actitud desafiante. Del otro lado, parte de los miles de manifestantes opositores se acercaban a hacerles frente...

-Mirá, esto es un quilombo grande, es un despelote, está bien organizado, esto viene pesado -insistió Depetri en el teléfono.
-Bueno, bueno, convocá a los compañeros, haganmé el aguante ahí. Esto es un golpe institucional...

A la medianoche llegó el último gran refuerzo: Luis D´Elía, decidido a todo, con un pico de furia; y un buen puñado de su gente al grito de "¡piqueteros, carajo!", y "¡Patria si, colonia no!". Forcejearon violentamente unos minutos, hasta que el propio peso de la columna que se había armado entre los militantes, con iniciativa del líder de la Federación de Tierra y Vivienda, rompió el cordón y pasó como un vendaval aterorizando a los manifestantes de la Plaza, que salieron corriendo en estampida. El diario La Nación lo llamó "cacería"...
A las 12:06, sobre imágenes de las corridas en la Plaza, Crónica titulaba:

D´ELÍA Y SUS PIQUETEROS ATACARON A PACÍFICOS MANIFESTANTES

Pese a la notable superioridad numérica, la mayoría de los manifestantes pro campo se retiró rápidamente. Sólo algunos pequeños grupos intentaron resistir, alas piñas, hasta que el último foco, aglutinado en las escalinatas de la Catedral, acabó por retirarse.
Los piqueteros ganaron la Plaza. Coparon el espacio. Treparon a la Pirámide de Maryo y cantaron su victoria: "¡La Plaza es nuestra, la puta que los parió!".

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