Linea Nacional

martes, 11 de octubre de 2011

Poniendo el corazón

La derrota siempre es inesperada para los esperanzados que buscan los cambios. Se hace tortuoso dar los primeros pasos cuando sabemos que la meta se nos ha vuelto a alejar. Este domingo el trabajo no alcanzó, reitero, el trabajo no alcanzó. Tuvimos ciertas fallas para comunicar todos nuestros proyectos y los planes de ejecución, hasta cierto microclima que no nos dejó ver el campo entero de la realidad. No obstante eso no nos debe mover un ápice en la conciencia de saber que nuestro proyecto, el proyecto del peronismo de Resistencia, es claramente superador de la cosmética anaranjada que no tuvo empacho en comprar las paredes de la miseria.
Cabe reconocer que los adversarios de turno supieron utilizar todas las herramientas para conservarse: escondieron escudo y bandera, escondieron a los impresentables de siempre y buscaron aparecer ligados al gobernador y la presidenta, instrumentaron las herramientas necesarias para confundir desde sus mensajes a muchos desprevenidos. He ahí sus logros. Hay que reconocerlos y tenerlos presentes de cara al futuro para no repetir errores. También ahí cabe señalarles sus errores a aquellos conductores que se empecinaron en bajar un mensaje confuso a la militancia y sobre todo a los votantes.
No obstante, la tristeza y las lágrimas que compañeros y compañeras derramaron este domingo nos deben convencer que la senda caminada es la correcta. En la década pasada, las clases dominentes, extasiadas en el pensamiento único reposaban tranquilas en un banquete pantangruélico suponiendo que la dignidad irredenta del peronismo se había domesticado. Razones no les faltaban, nuestros dirigentes se regodeaban en abrazos con los fusiladores, ponían el gancho -espuriamente- para dejar al olvido decretado, vendían a precio vil la riqueza de la nación y se sentaban a conducir los programas televisivos de los eternos enemigos de la patria. Mientras, aquellos que no olvidaban la dignidad de las banderas mansilladas salían a las calles -ignorados por al telepolítica- para decir que el mercado nos estaba pulverizando material y moralmente. Esa memoria que los cuerpos descamisados que resistían a la traición permitió que desde el 2003 el peronismo alumbre otra esperanza y se reconcilie con el sueño de la patria.
En nuestro pago chico sufríamos la humillación del gran soberbio, que a tono con los traidores, vendía a precio vil millones de hectáreas de nuestra tierra, al mismo tiempo que imponía hacia el interior de una sociedad que se empobrecía a cada paso, la humillación de tener que postrarse para recibir la dádiva del gran benefactor o les dejaba las luces prendidas por toda la noche para que los hambrientos del interior del interior no puedan siquiera descansar cuando se acercaban a la capital,con aires de moderna y europea, a reclamar por lo suyo y los suyos. Esos mismos señores arrodillaban la justicia para que en esta tierra nadie sepa, nadie escuche y nadie vea. Los cómplices para esa tarea estaban prestos, desde las editoriales semanales pontificaban sobre realidades que solo el dinero de la pauta podría crear. Esos mismos son quienes se niegan a que los cambios necesarios se produzcan, son los guardianes de los salones con ilustres apellidos de asesinos de gauchos, indios y hermanos paraguayos. A esos que parece que muchos, hasta el día de hoy les tienen miedo cuando bajan la pluma y se escudan en falsos consensos que no contemplan la voz de los vencidos.
Al mismo tiempo nos encontrabamos sin una brújula que nos marque el norte, con un partido fragmentado luego de la muerte de sus mayores conductores. El partido ni luz tenía si no fuera por las artes non sanctas del Gallego para colgarse del cable. En ese contexto emergió la figura de un militante que supo poner la cara por los humildes, que los organizó. Ese es el pecado que unos y otros no le perdonan. Los unos porque se sienten cómodos con los sillones del peronismo domesticado, como el tigre viejo de la canción de Moris, porque creen -los necios-  que la imagen es lo importante y no las personas. los otros porque les da pena los pobres, son esos que se golpean el pecho diciendo "pobrecitos los pobres" y van a comulgar, pero que les entra un estado de pánico y rencor cuando los pobres se organizan, porque a los pabres hay que darles caridad y no justicia.
Y el peronismo ha hecho eso en todos estos años de la mano de un joven militante, que por doctrinario sabe que la organización vence al tiempo. Por esas razaones, porque no nos averguenzan los periféricos y desclasados, porque sentimos en nosotros las humillaciones de quienes sufren un estado de cosas que es sumamente injusto, es que seguiremos batallando día a día para logar la felicidad de ese pueblo, sabiendo que el camino es largo, como el Paraná, con sus tramos remansos y sus remolinos intempestuosos. Por esa razón seguiremos orgullosos del peronismo de Resistencia y bancaremos a sus conductores. Así de simple.

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